Erase una vez, en Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a casa del mercader.
-Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
-Pero ¿por qué quieres huir?
-Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
-Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?
-Yo no pretendía amenazar a su criado, de verdad señor, tiene que creerme…
-Vas vestido de negro, apenas se ve tu cuerpo y llevas una guadaña… ¿Crees que no son motivos suficientes para dudar de tu palabra? Si no pretendías amenazarle… ¿Qué quieres de él?- preguntó el mercader extrañado.
-Se que no es la mejor forma y que es difícil de entender pero quería ofrecerle un puesto de trabajo
-¡Un puesto de trabajo!- se sorprendió el mercader.
-Verá- dijo la Muerte -uno ya no está para estas cosas. Te pasas la mayor parte de la vida yendo de un lado a otro buscando a la persona elegida para empezar una nueva vida y tanto viaje termina agotándote… Llega un momento en el que necesitamos un descanso y ya soy demasiado viejo para viajar, por lo que he decidido jubilarme, pero antes necesito encontrar alguien que pueda sustituirme, pero como verá no es nada fácil… La gente huye al verme y nunca soy capaz de explicarme. Supongo que la fama va por delante, y este oficio no está muy bien visto…
El mercader estaba impresionado, nunca habría podido imaginarse que tal cosa pudiera sucederse y viendo el abatimiento de la Muerte decidió ayudarla.
-Muerte, ¿qué es necesario para poder ejercer tu profesión?
-Solemos buscar a personas que no tengan familiares, para evitarles el sufrimiento de verles marchar. Aunque parezca mentira, no nos gusta hacer daño a la gente pero es nuestro trabajo y alguien debe hacerlo. Buscamos a personas que no sean rencorosas, pues no deben hacer un mal uso de esta profesión. Pero sobre todo personas que sepan afrontar situaciones difíciles y sepan hacerlas frente…
-¡Yo puedo ayudarte! – exclamó el mercader
-¡¡Tu!! ¿por qué habrías de hacerlo?- preguntó la Muerte extrañada
-No tengo familia, vivo solo en una casa sin más compañía que mi criado. Él tiene familia pero sabría recompensarle por los años servidos. Por ahora la vida me ha tratado bien, no tengo enemigos ni asuntos pendientes, por lo que no encontrarás rencor dentro de mí. Y creo que la valentía la estoy demostrando ahora al hablar contigo y sobre todo, ofrecerme voluntario para que puedas descansar por siempre…
La muerte se quedó perpleja, llevaba mucho tiempo buscando un sustituto y ahora que lo tenía delante no podía creérselo. Estudió detenidamente al mercader, buscó en lo más profundo de su ser y comprobó que era cierto todo cuanto decía… Tenía al candidato perfecto.
La Muerte aceptó encantada y esa misma noche quedaron para hacer el intercambio. El mercader, fue a buscar a su criado a Ispahán y le contó lo ocurrido. Desde esa noche sería libre y suya serían todas las propiedades del mercader.
Cuando llegó la hora, la muerte le entregó su guadaña y el traje negro… en ese instante el mercader se convirtió en la Muerte, dejando a su predecesor descansar.